sábado, 17 de agosto de 2013

Me senté a escribir mis memorias.
Empezando por el primer helado que probé, la primera vez que monté en bicicleta y otros tantos recuerdos pobres que aún conservaba de mi infancia. La inocencia de las cosas picarescas que hacía sin saber que eran y el disfrute de una patada a un balón o una tarde pegado a la televisión observando programas que muchos veían absurdos y yo veía tan increíbles. Todas las tonterías, las risas y las ganas de madurez. De tonta madurez, de crecer y perder de vista todo esto por hacer lo que hacían los mayores. Por reír como adulto, por sufrir como adulto. Por todo.

Luego mis primeros encuentros románticos. El tacto de sus pieles, el olor de sus perfumes, el roce de sus mejillas, el sudor de los dos cuerpos. El nerviosismo de no saber que hacer, las ganas de perderme en su respiración. Las creencias en un amor puro que nadie creía que lo fuera. El dolor por una relación a la que ninguno le importaba. "En tan poco no se puede querer a alguien." Relaciones cortas de una vida corta. Mucho tiempo perdido en vagar de lado a lado, de cabello en cabello. Una juventud, verdadera juventud. Y las ganas de madurez, de tonta madurez. Por querer sentir como un adulto, por querer vivir como un adulto.

Después las fiestas con amigos, con mis perfectos amigos. Los que no lo eran para nada. Los que lo eran para todo. Mis primeros ciegos, mis primeros cigarros. Mi primeras mañanas despertándome con las entrañas gritando, resentidas de la noche anterior. Y mis ganas de crecer, de vivir todo esto como adulto. 
Las ganas del ahorrarme estudiar, de acabar con los exámenes que a mi mente traían loco. Las ganas de terminar con destrozarme la vista pegado a un libro, cuando yo sólo quería salir y vivir.


(...)
No pude seguir escribiendo, no quería seguir escribiendo. No quería que todos supieran que perdí el mejor tiempo de mi vida. Que mi vida se dedicó a guiarse por un camino de monotonía, de agonía. De levantarme en la misma cama todos los días. De vivir como si todos los días fueran el mismo día. Crecí como un adulto y ahora vivo como un adulto. El adulto que desea volver al pasado para avisarse a si mismo de que viva. De que sienta todo lo que pueda, de que no se preocupe por crecer rápido. 

Perdí el tiempo esperando a que llegará el mañana. Cuando llegó, yo no estaba preparado.

Cerré el cuaderno y me acosté. Sufriendo, llorando. En la cama vacía. En mi vida vacía. 

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