martes, 13 de agosto de 2013

Estaba terminando de fumarme aquel trozo de esperanza en aquella avenida perdida, cuando llegó a mi mente aquel recuerdo.
Todo me daba vueltas, apenas podía enterarme de lo que pasaba a mi alrededor. Lo admito, iba demasiado ciego. Pero lo suficientemente sobrio,  como para saber lo que andaba por mi mente. El humo no había nublado mis pensamientos. Y el recuerdo seguía ahí.
Apenas escupí un poco, para quitarme el mal sabor de boca de whisky del barato. Volví andando a casa. Dando tumbos como siempre. La misma acera que se volvía demasiado corta para recorrerla. Un pequeño paso, otro más. Al poco, dejé de contarlos, todos eran iguales. La memoria casi no me dejaba respirar.
Me estoy muriendo. Intentaba gritar. Me estoy muriendo. Intenté ser respondido.
Y nada, mi memoria seguía ahí, ahogando lo poco que quedaba de vida en mí. Memoria de no encontrar a nadie. Memoria de no saber de nadie. Memoria de no localizar respuesta.
Soledad suplicó mi ayuda. Soledad me dio su mano. Soledad abrazó mi memoria. Soledad fue mi recuerdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario