lunes, 19 de diciembre de 2016

Agujas del Arrepentimiento

Las agujas del arrepentimiento son más sufridas que el peor de los castigos y torturas. Lo que un día no te causa problemas vuelve, y es que el pasado... no perdona a nadie.

Lo que arruinaste, arruinado queda. Y se establece como una bomba de relojería esperando a explotar.

Nos creemos que somos seres libres. Todo mentira.

Meros juguetes que no tienen ni puta idea de en que clase de juego están. Ni con el viento compartirás las lagrimas cuando las equivocaciones se conviertan en semejantes filos.

Pensamos que somos libres. Nunca lo fuimos. No lo somos. Y no lo seremos.

No libres de nuestros propios actos, de nuestros propios remordimientos, de nuestra propia vida.

¿El futuro? Las cadenas de nuestro pasado y de nuestro ahora presente.

El fallo será la sentencia anterior a que exista juicio. Nadie tiene derecho a segundas oportunidades, ni quien camina libre de pecado, ni quien ensucia al caminar.

El peso de nuestros actos. La culpa de nuestras mentes. El error por nuestros sentimientos. La incapacidad de nuestra actitud.

La indecisión, la decisión, el acto, la omisión...

Por mi parte, mis agujas del arrepentimiento se convirtieron en un verdadero problema, cuando son lo único que cobra sentido en mi vida.

Si es que a la falta de ti se le puede llamar vida...

sábado, 24 de septiembre de 2016

Te veré por primera vez, con los ojos de un niño inocente. De un adolescente rebelde. De un adulto triste.

Te sentiré quemarme, dejarme sin piel. Recordarme que eres fuego. Eres incontrolable, eres abrasadora, indomable. Seductora y peligrosa. Dañina y necesaria.

Te diré "no te vayas", mientras tú me ves indefenso, desgarrado. Como lo que soy. Como nada. Como todo.

Y me dices, volveré. Con tu voz de ángel.

Y yo te robaré un beso lleno de plumas, para que cuando el instante acabe, el mismo beso vuele y se escape y con él, tú te marches. Más allá de donde yo pueda verlo. Más allá de donde yo pueda verte, pero no lo suficiente lejos para que deje de sentirte, pues siempre de mi serás parte.

Te cantaré la misma canción, deseando verme lejos de donde aquí estoy. Encadenado al suelo. Muerto de frío. Sólo y triste. Recordando tu beso, hasta que vuelva a saborearlo.

Te esperaré mirando alto, esperando que llegues pronto, porque sé que llegarás volando, pero no sé cuándo.  De ti renacerá el fuego y veré quemar mis cadenas. Y seré libre.

Libre para poder volverte a decir que te amo. Libre para sentir.

Hasta entonces, aquí yace tu prisionero. En el lugar más vivo de la tierra y sin ti, más muerto.

miércoles, 10 de febrero de 2016

Ayer fue una de esas noches. Ese tipo de noches en las que me encantaría saber bailar.

Danzar al ritmo de la brisa que se escapaba de cada uno de los suspiros con los que declarabas la guerra a mis tímpanos indefensos. Tus bombas musicales que explotaban, ebullían y ardían sin parar.

Nunca antes pude llegar a desear más poder bailar.

Pero, ¿quién puede bailar cuando no aguanta su propio peso?

Cambiaste sin avisar la ligera metralla resultante de tus suspiros por ráfagas de gritos atronadores que me llegaban sin cesar. Imperantes y escalofriantes.

Razono y comprendo el volumen. Sólo razono.

Nunca antes pude llegar a desear más poder bailar.

Pero, ¿quién puede bailar cuando tiene cemento en los pies?

-Por favor, baila...-

El sonido de tu voz cambiando de bando me hace comprenderlo todo. No puedo bailar.

Y es que los muertos, no saben bailar.