sábado, 24 de septiembre de 2016

Te veré por primera vez, con los ojos de un niño inocente. De un adolescente rebelde. De un adulto triste.

Te sentiré quemarme, dejarme sin piel. Recordarme que eres fuego. Eres incontrolable, eres abrasadora, indomable. Seductora y peligrosa. Dañina y necesaria.

Te diré "no te vayas", mientras tú me ves indefenso, desgarrado. Como lo que soy. Como nada. Como todo.

Y me dices, volveré. Con tu voz de ángel.

Y yo te robaré un beso lleno de plumas, para que cuando el instante acabe, el mismo beso vuele y se escape y con él, tú te marches. Más allá de donde yo pueda verlo. Más allá de donde yo pueda verte, pero no lo suficiente lejos para que deje de sentirte, pues siempre de mi serás parte.

Te cantaré la misma canción, deseando verme lejos de donde aquí estoy. Encadenado al suelo. Muerto de frío. Sólo y triste. Recordando tu beso, hasta que vuelva a saborearlo.

Te esperaré mirando alto, esperando que llegues pronto, porque sé que llegarás volando, pero no sé cuándo.  De ti renacerá el fuego y veré quemar mis cadenas. Y seré libre.

Libre para poder volverte a decir que te amo. Libre para sentir.

Hasta entonces, aquí yace tu prisionero. En el lugar más vivo de la tierra y sin ti, más muerto.

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